La infidelidad es un tema recurrente y muy común en la estructura social y afectiva a la que pertenecemos pero ¿qué es realmente?, ¿cómo podemos gestionarla?, ¿cuáles son las razones que nos llevan a ello?

Mucho se ha escrito sobre la infidelidad, tanto sobre su significado como sobre sus condiciones, las conclusiones generalistas son confusas y esquivas, tan sesgadas en relación al hecho en particular que, lejos de servir de ayuda, tan solo nos proponen posicionamientos determinados que pueden hacernos resonar en mayor o menor medida. No obstante, la forma de experimentar una infidelidad puede ser muy variada, dependerá de la cultura, las creencias personales y familiares, las circunstancias de cada pareja, el momento de maduración de cada uno de los individuos, la etapa en la que se encuentre la pareja y un largo etcétera. Incluso los límites de lo que cada miembro de la pareja pueda considerar como infidelidad pueden ser muy distintos. Para unos solo existe si hay sexo, mientras que para otros lo es el hecho de imaginarlo con otra persona.

Sin embargo, para tratar de acotar el concepto y hacerlo lo suficientemente tangible como para trabajar sobre él, podríamos decir que, comúnmente, se entiende por infidelidad al acto de mantener una relación afectiva y/o sexual con una persona, cuando estamos comprometidos con otra. El origen etimológico de la palabra «fidelidad» viene del latín y significa “cualidad relativa de ser leal o tener fe” y el prefijo in- es una negación que indica no cumplir con esta cualidad. El tema central cuando se habla de infidelidad trata de la ruptura de un contrato o acuerdo tácito entre dos partes. Dado a que cada relación es un acuerdo tácito único y exclusivo para cada persona que lo plantea, podemos concluir que el sufrimiento que nos despierta este tipo de situaciones supone simbólicamente mucho más que las consecuencias que pudiera tener el acto en sí.

Dicho de otra manera, en la infidelidad hay factores biológicos, territoriales y primitivos evidentemente, pero aquello que acaba suponiendo un mayor sufrimiento pertenece al ámbito cultural y psicológico de cada individuo.

Diversos estudios han abordado las causas de la infidelidad, así como la diferencia entre hombres y mujeres pero, aunque la mayoría pueda identificarse con una o varias de las causas que se exponen, en realidad los motivos personales reales son mayoritariamente inconscientes. Nuestros comportamientos son guiados por nuestros programas, nuestras creencias y nuestra educación. Si las causas fueran realmente motivos consistentes, ante una misma situación todo el mundo reaccionaría igual. Por ejemplo, hay hombres que son infieles porque la mujer no desea tener relaciones sexuales. Pero otros se encuentran en la misma circunstancia y siguen siendo fieles.

Nuestra empresa sugiere que toda experiencia que vivimos tiene una resonancia en nuestra historia personal, familiar, ancestral y colectiva. Desde esta perspectiva, nuestra forma de experimentar una circunstancia de infidelidad tendrá una resonancia en la historia familiar. Y el hecho de repetir circunstancias parecidas es una oportunidad para cerrar antiguas heridas y recuperar la lealtad hacia nosotros mismos. En las relaciones de pareja se reflejan de forma cristalina las creencias personales y todos los aspectos de la familia que han sido escondidos o censurados. Por esta razón, aunque cada persona podría dar explicaciones de por qué es infiel, la verdadera razón suele ser inconsciente. Lo mismo podemos decir de la persona que es víctima de una infidelidad, porque ambos miembros de una pareja forman parte de un mismo inconsciente, aunque lo vivan en polos opuestos.

Podemos experimentar una infidelidad desde el victimismo o desde la conciencia. El principal dilema ante el que una persona se enfrenta cuando es infiel o es víctima de una infidelidad está en la imagen que pueda tener de si mismo, en la incoherencia emocional que incurre y que le divide internamente. En este punto es en el que uno puede empezar a preguntarse de forma honesta y reflexiva, ¿para qué vivo esta experiencia?.

¿Que es lo que más me duele de la infidelidad? ¿la sensación de engañar o ser engañado?¿Cuál es el mayor miedo que me despierta?, ¿el miedo al abandono? ¿a la soledad? ¿al qué dirán?¿a empezar de nuevo? ¿Qué te ha llevado a ser infiel?

En cualquier caso, hay un factor que parece evidente, todo sufrimiento en una infidelidad, por ambas partes, tiene un gran componente relacionado con la posesión. Decía el autor húngaro Sandor Marai en su obra «El último encuentro» que ¿Qué significa la fidelidad, qué esperamos de la persona a quien amamos? (…) Cuando exigimos a alguien fidelidad, ¿Es acaso nuestro propósito que la otra persona sea feliz? Y si la otra persona no es feliz en la sutil esclavitud de la fidelidad, ¿Amamos a la persona a quien se la exigimos?”.

Dentro de esta lógica libertad con la que contamos cuando establecemos un acuerdo sentimental con alguien también deberíamos tener en consideración que una de las partes no está obligada a mantenerlo de por vida, no aceptar este hecho es la mayor demostración de falta amor propio que podemos mostrar ya que, como decía Jung “Cuando el amor es la norma, no hay voluntad de poder, y donde el poder se impone, el amor falta”. Llegados a este punto, no hay ninguna solución conductual que sea la adecuada, ni tampoco ninguna errónea. Habrá situaciones donde lo más adecuado parecerá ser cambiar de pareja, en otras será la razón para afianzar una relación eterna, a algunos les ayudará a conocerse y para otros será la razón de desconfiar del mundo que les rodea… Entender que somos responsables de lo que vivimos y dejar de situar nuestro sufrimiento fuera de nosotros puede inspirarnos cierto vértigo, el mismo que siente el niño que monta por primera vez solo en bicicleta, ese temor, una vez asumido, será el que nos permita transitar por nuestras experiencias con la certeza de quien sabe que la capacidad de ser feliz es intrínseca a su naturaleza, no a su entorno circundante. Aprendamos a «amarnos» sin miedo ni condiciones, a enamorarnos de seres humanos y no de la función que ejercen en nuestras vidas.

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