La raíz de la palabra emoción viene del latín “emovere”, es decir, la emoción es un impulso que nos invita a movernos. Una emoción no es buena ni mala, no es positiva ni negativa.
En la naturaleza se suceden continuamente fenómenos que reorganizan y modifican el ecosistema. Los seres vivos, animales y plantas, que la habitan se adaptan al nuevo paisaje para seguir viviendo. Sin embargo, el hombre califica una lluvia de beneficiosa si es adecuada para sus cultivos o de catastrófica si inunda sus tierras. E incluso, un día llamó “buen tiempo” al clima cálido y soleado y “mal tiempo” a los días grises y fríos.
Todos hemos aprendido a calificar lo que nos sucede en función de cómo nos afecta y valoramos cómo nos afecta en relación a nuestra propia experiencia, la de nuestra familia y la de nuestra comunidad. Copiamos de las personas que nos cuidaron lo que era bueno y malo. Asumimos unas pautas de conducta, nos apropiamos de sus juicios y sesgos para filtrar el mundo y así fuimos diferenciando lo «bueno» de lo «malo», lo agradable de lo desagradable y lo positivo de lo negativo.
Todas las emociones que sentimos son adecuadas y necesarias para nuestra evolución.
Este tipo de información heredada se organiza en creencias que, mezcladas con el concepto cultural de culpabilidad, se convierten en una serie de pensamientos recurrentes que no producen beneficio alguno para nuestra vida ni, en consecuencia, para nuestra salud. La combinación de creencia y culpa nos aleja de nuestra esencia biológica y nos predispone a sentirnos separados del entorno.
El doctor Bruce H. Lipton, es doctor en biología celular y afirma que “lo que pensamos varía nuestra biología” y que “cambiar nuestra manera de vivir y de percibir el mundo es cambiar nuestra biología”. Señala algo fundamental: “si crees que algo te hará daño, acabará por hacerte daño”. No es tanto si una emoción negativa nos puede enfermar sino que nuestro cuerpo y nuestra mente están en contacto permanente, por eso, nos dice que debemos estar atentos a lo que pensamos.
Lo que convierte una emoción en positiva o negativa es el juicio que hacemos sobre lo que sentimos.
Actualmente, las investigaciones abordan el origen multifactorial de la enfermedad entre los que se considera determinante la relación entre emociones y salud. Bien sea porque somatizamos las emociones o bien porque el estrés y la depresión afectan al sistema inmunológico de la persona y condicionan negativamente el sistema de defensas. El ambiente emocional se revela como un factor determinante a tener en cuenta.