Cuando algo te moleste, párate un momento. Es posible que el malestar que te genera una situación determinada no sea por la situación en si misma, sino por lo que tu infieres e interpretas de la misma.
Cuando una situación nos hace infelices, escogemos entre dos opciones: o bien lo apartamos de nuestra vida o bien nos quedamos ahí para vivirlo desde el victimismo. Sin embargo, existe una tercera opción: vivir cada situación conflictiva como una oportunidad de conocernos mejor a nosotros mismos.
Para ello, ante cada situación que vivamos como un problema o una contrariedad podemos seguir los siguientes pasos:
1. Cuestionarnos.
La primera pregunta genérica es decirnos: ¿hasta qué punto lo que veo es como es? ¿En qué grado lo estoy interpretando? Por ejemplo, si resulta que nuestra pareja nos engaña, nos podemos preguntar ¿Para qué traigo esta situación a mi vida? ¿en qué me engaño?; si resulta que nos miente ¿En qué nos mentimos? Supongamos ahora que alguien opina que la generosidad es adecuada y correcta y que el egoísmo es negativo y perjudicial. Si no es capaz de equilibrar estas opiniones es posible que, por ejemplo, acabe priorizando cumplir con las necesidades de los demás antes que las suyas propias y que el egoísmo de los demás le moleste excesivamente.
Mediante este tipo de reflexiones, podemos empezar a ser capaces de actuar de una manera más responsable ante situaciones de conflicto. Al poner en duda nuestra propia percepción, nos permitimos la opción de comprender que aquello que nos pasa nos trae una información importante para favorecer nuestro desarrollo personal. Las relaciones interpersonales son una magnífica oportunidad para vivir esta experiencia.
2. Describir.
Es posible que frente a una situación de dificultad no podamos ver con claridad la información que está ahí justamente porque pone en jaque a nuestras creencias. La propuesta sería hacer un ejercicio descriptivo, libre de adjetivos, interpretaciones y justificaciones. Podemos escribir lo sucedido como si fuera un guión de una escena de teatro. La descripción nos obliga a despojar la situación de aquello que nosotros personalmente le estamos añadiendo. Este ejercicio puede resultar más complejo de lo que parece porque nos obliga a desprendernos de nuestra percepción, es decir, nos invita al desapego. La incomodidad que podamos sentir durante el proceso es la que nos dará la primera pista sobre lo que realmente nos afecta.
3. Aprender.
Aprender es abrir la mente a considerar la opción de que hacemos las cosas para conseguir algo de alguien y cuando este alguien no lo hace, nos enfadamos por eso y, además, caemos en el victimismo, pensando que el mundo debería comportarse de otra manera. Aprender es detectar que lo que nos molesta de los demás resulta ser un conflicto entre nuestras propias creencias. Aprender implica aceptar la posibilidad de que lo que nos sucede es necesario para que podamos conoceros.
La otra persona siempre nos refleja una información que sin ella no podríamos ver. Cuando esto se comprende, ya no queremos eliminar la situación. La solución no pasa por suprimir el problema, sino por aceptar la información que lleva implícita y que resuena con información almacenada en nuestro inconsciente. La vida se nos puede manifestar de muchas maneras y todas ellas tienen que ver que con nosotros. En la medida que empecemos a cuestionar nuestras creencias y valores estaremos ampliando nuestra conciencia y comprenderemos que la otra persona que tanto nos molesta la tenemos enfrente porque resuena con nosotros.
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